La tecnología a veces da respiros de belleza en los lugares menos pensados. Un galpón de ensayo se convirtió en el espacio de vanguardia para escuchar, sin importar la acústica, conciertos de música clásica.

Hace tres años la Orquesta Sinfónica de San Francisco creó SoundBox, una nueva manera de escuchar música clásica que nada tiene que ver con el Teatro Colón o el Davies Symphony Hall. La idea de su director, Michael Tilson Thomas, fue convertir un galpón usado históricamente para ensayar, con mala acústica, despojado de lujos y oro, en un boliche de música clásica. A diferencia de los teatros repletos de asientos, SoundBox tiene capacidad sólo para 500 personas y una tecnología que permite convertir cualquier acústica en lo que quieras. Todo se escucha bien y no hace falta estar en butacas para percibir el sonido adecuado, la propuesta son banquitos o el mismo piso. Las entradas salen sólo 25 dólares, para una experiencia que vale mucho más. La idea: atraer nuevos públicos.

¿Cómo hacen para convertir un pozo de orquesta en un lugar apto para disfrutar la música? Construyeron, junto con Meyer Sounds, un sistema de sonido llamado Constellation que combina las señales digitales emitidas con la acústica verdadera para que cada uno de los usuarios puedan controlar el sonido desde su lugar.

La magia se genera gracias los 28 micrófonos y 85 parlantes distribuidos en la sala para capturar el sonido del espacio, digitalizarlo, procesarlo y recapturarlo a través de los micrófonos. Es como un ciclo de sonido en tiempo real donde todo se puede modificar, en especial, la acústica. Un Photoshop de la música.

Esta manipulación del sonido permite representar cada escenario según requiera la pieza en cuestión. Si se toca un artista de la Edad Media, se simula el espacio para que suene como en una catedral. Si la pieza es contemporánea, se cambian los parámetros para que el espacio simule un estudio tradicional.

Las opciones, el menú de sonidos, varían la reverberación necesaria. por ejemplo, un cine o sala de conferencias (0,4 segundos); música de cámara (un segundo); teatro (1,4 segundos); sala de conciertos (dos segundos); y Catedral (2,8 segundos).

Por supuesto, aquí no hay programa de papel, todo se ve y baja en el celular. Dicha austeridad se mezcla con gastronomía de punta como tragos pero también con pochoclos.

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