Titila un mensaje en el Messenger de Facebook: “Estoy en mi habitación, me encanta el sexo. ¿Estás solo en casa ahora?”. La que escribe el texto es una rubia divina que chatea con Maxi, 45 años. Le dice que le mostrará su cuerpo desnudo en pantalla, pero que él, a cambio, debe hacer lo mismo. Prosigue el diálogo y se abren dos opciones: ¿se masturba en cámara o desiste de proseguir la conversación? Esto extrañó a Maxi: ¿por qué una desconocida estaría tan deseosa de desnudarse en cámara? A los pocos segundos “Theddy”, la chica en cuestión, inició la extorsión: “Juro por Dios que este video desnudo se verá en tu ciudad, lo verán tus amigos. Quédate quieto en cámara, cálmate y haz lo que te digo”. Acto seguido, al no recibir respuesta, todo el currículum de Maxi (tomado de LinkedIn) y otra información personal empezó a ser enumerada en el chat, como presión para la extorsión: tenemos todos tus datos.

Lo que Maxi estaba sufriendo es lo que se conoce como sextorsión: generar, en alguna red social, un vínculo en apariencia inocente que deriva en una conversación subida de tono, un videochat en el que la víctima esté dispuesta a mostrar su intimidad, y ahí dar el zarpazo: chantajearla, prometiendo mostrar esos videos íntimos (por breves que sean) en todos sus círculos sociales, que la propia víctima brindó en forma voluntaria al entrar en contacto vía Facebook.

De la calentura al sudor frío

También está Juan Manuel, de 40 años, que conoció a “Barbra” un domingo, chateando en Facebook. “Si bien me ganó la calentura, pude haber advertido todo antes, por algunos detalles que me parecieron raros”, reflexiona, refiriéndose al español trabado que usaba Barbra, como si estuviera apelando a un traductor online. “En menos de cinco frases me dijo que estaba aburrida de estar sola, y si me divertía la idea de hacer una videollamada para conocernos; antes de que le responda, me envió la invitación”. Barbra se desnudó antes de que el pudiera contestar algo. “Era un video grabado”, dice hoy, años después del mal trago. “Me preguntó si le gustaba, mientras se tocaba. Ella reía y me decía que quería verme desnudo. Tuve un instante de lucidez: mostró mi cuerpo, pero no mi cara. Barbra insistió en que quería ver ambas cosas juntas, le dije que no. Se cerró la videollamada y empezó la extorsión”.

Le pidió 30.000 euros, publicó en su muro un link del video con la conversación íntima que acababa de suceder y una captura de la videollamada. “Se me paró el corazón”, recuerda Juan Manuel, que negoció una rebaja y terminó depositando 5000 euros, vía Western Union, en un local de Corrientes y 9 de julio. El dinero sería enviado a Malasia. En el medio, canceló su presencia en todas sus redes sociales. A los dos días, el perfil de Barbra también desapareció.

Francisco, 60 años, se encontró hace un tiempo con una tal Adelaide Bonnet, que comenzó a publicar mensajes en su muro con amenazas: “¿cuánto dinero puedes darme antes mañana antes de las 9:30 am? Estoy aquí por una buena causa, si quieres que elimine el video tendrás que hacer lo que te pido”. El muro de Francisco en Facebook, abierto. Los amigos de Francisco, pasando por allí y viendo todo. Y toda esta información publicada, toda esa vida googleable, todo esos datos no tan íntimos, vitales para que la extorsión se haga realidad, disponibles online.

El chat (con videollamadas) es el anzuelo; el posteo de contenido íntimo en las redes sociales, la extorsión
El chat (con videollamadas) es el anzuelo; el posteo de contenido íntimo en las redes sociales, la extorsión

Sextorsión

Esta modalidad de chantaje nació hace tiempo, con las primeras aplicaciones de videoconferencias. Con el tiempo derivó a Instagram y Facebook. ¿Quiénes están detrás de estas estafas? Personas con cientos de perfiles de fantasía, que se dedican a contactar determinado tipo de usuarios: con buena posición económica, que puedan pagar un rescate virtual, que tengan sus amistades a la vista. Lo hacen de a montones y si la extorsión no pica, siguen adelante; pero antes le hacen vivir una pesadilla al que quedó enganchado.

La inteligencia también la tienen para armar sus perfiles y hacer “amigos”. En una primera etapa, las fotos y nombre del perfil pueden ser de hombres o de mujeres en ámbitos familiares. Cuando tienen una determinada cantidad de contactos, comienzan a modificar el contenido de su muro, a publicar fotos subidas de tono, cosechar comentarios y establecer contactos para atacar. No son perfiles falsos, las fotos no son robadas y no aparecen en una búsqueda inversa de imágenes de Google. Aún así, son fáciles de detectar: pocos y casi ningún amigo en común, no hay entornos de amigos o familiares y los comentarios se reducen a “qué bonita sos” o algo similar.

En general, explica el especialista en seguridad informática Maximiliano Macedo, los diálogos son los mismos: ya están predefinidos. Con la video llamada puede aparecer el video de una mujer desnuda, como si fuera ella quien está del otro lado: “usan software que permite poner un video como si fuera la webcam, y vos creés que es alguien que está ahí en vivo. Ante la duda, una recomendación es pedirle a la otra persona que realice una acción en vivo, para descartar que sea un engaño”, continúa Macedo. De todos modos, el intercambio no dura mucho: una vez que se obtiene lo que se quiere (una imagen de la víctima), comienza la extorsión. Aún cuando la cámara haya estado encendida solo un segundo, el estafador ya tiene la imagen de la cara del usuario para empezar a trabajar con el Photoshop y poder publicar imágenes, sean fotomontajes o no. El video falso de la mujer tiene tres opciones precargadas: saludar, sonreír o sonreír mucho. Su operador (u operadora) sólo tiene que hacer un click mientras está realizando la conversación para que parezca más real.

Atacar al otro exponiéndolo

Muchas veces las amenazas incluyen la publicación de videos en YouTube o en los muros de los amigos de la víctima, con la leyendo “Tal persona es pedófila”. Como si se tratara del capítulo Shut up and dance de Black Mirror, donde se pone en juego el concepto de intimidad y sus protagonistas viven una situación que es el infierno mismo, pero con la diferencia de que el objetivo aquí es el dinero. ¿Cuánto? Indefinido, pues una vez que la presa paga, va a seguir siendo extorsionada cada vez más.

“Piden desde 2000 hasta 30.000 pesos” cuenta Macedo, con información de más de 15 casos que a nivel nacional estuvo trabajando: “A la gente no le interesa saber quién fue, quiere que el problema se termine”. La manera de terminarlo no es pagar, sino borrarse de Internet, por lo menos por un tiempo: “nosotros tratamos de contenerlos, hacemos desaparecer de las redes sociales a esa persona, y si inició su contacto a través de otro canal, denunciando esos números y monitoreando en Internet qué es lo que pasa”.

La promesa es un videochat, pero es imposible saber quién está realmente del otro lado de la pantalla
La promesa es un videochat, pero es imposible saber quién está realmente del otro lado de la pantalla

Cuántos casos hay

Los especialistas llaman a este problema una red de cibercrimen. Pero la sextorsión no es un delito en el país, ya que no está tipificado en el Código Penal ni en el Convenio de Budapest, al que la Argentina adhiere.

Como explica Horacio Azzolin, titular de la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia(UFECI), son casos de extorsión contra el honor. Según la División de Delitos Informáticos de la Policía de la Ciudad, fueron nueve las denuncias durante 2017: “cada una fue elevada a diferentes fiscalías sin que se sepa su destino salvo el de una de ellas, que lleva adelante la Division Ciberpatrullaje; en esa se identificó a quien cobró el dinero mediante Western Union en Senegal, una mujer de nacionalidad francesa” explican desde la Policía, y agregan: “Se solicitó cooperación a Interpol y quedaron en que se realizará un contacto con el Oficial Jefe de la Policía Nacional de España, ya que ellos la tienen en causas similares”.

Pero un número enorme de casos no se denuncia por vergüenza. El Observatorio de Delitos Informáticos de Latinoamérica, nació para dar a conocer los delitos informáticos y fomentar la realización de denuncias. Dice que las denuncias anónimas recibidas en el último semestre del 2017 fueron 2760, provenientes de 21 países, en un 90% pertenecientes a personas físicas (y no entidades) y un 50% con estudios universitarios. Del total de esas denuncias anónimas, un 83% afirmó que no denunció el hecho por ninguna vía judicial.

El único número concreto sobre la sextorsión entre desconocidos lo aporta Microsoft, en el estudio Digital Civility Index, y llega al 3% de la población. En Facebook, al mes, hayalrededor de 54.000 casos aunque de sextorsión en general y no específicamente de estafadores profesionales. En una encuesta realizada por WeLiveSecurity, los riesgos relacionados con el sexting que aparece primeros son la extorsión y daños al honor, y la intimidad de las personas en un 86 por ciento.

Cómo cobran la plata

El cobro de dinero se solicita a través de Western Union a una dirección en Malasia, Costa de Marfil o Filipinas, países que priorizan otro tipo de crímenes en su legislación. “Pero es bastante complicado encontrar al autor del ilícito, porque estos cobros se hacen en Africa y la cooperación internacional se complica”. Los filipinos son los que se llevan los laureles en este tipo de chantaje. Un caso tristemente conocido es el que ocurrió en 2013 cuando Daniel Perry, un adolescente escocés de 17 años, se suicidó por ser víctima de esta situación. En ese caso, se avanzó en la investigación, se descubrió una red que funcionaba desde Manila, la capital de Filipinas, pero nunca se condenó a los culpables. En Gran Bretaña, según informa su Agencia Nacional del Crimen (NCA), los casos ya son miles y durante el 2016 tuvieron cuatro suicidios relacionados con este tipo de chantaje.

Cualquier cosa que se transmita frente a una cámara queda fuera del control de quien se muestra; es imposible frenar la distribución de un contenido online
Cualquier cosa que se transmita frente a una cámara queda fuera del control de quien se muestra; es imposible frenar la distribución de un contenido online

Del cuento del tío al chantaje digital

La estafa nigeriana que tanto se ha difundido por correo electrónico es la versión moderna del cuento del tío, de cuando a la gente se le vendía un buzón: “Cuando empezaron las oleadas migratorias, había mucha gente incauta, que no entendía las costumbres ni el idioma. Allí surgieron los aprovechadores y se instalaron diversos cuentos del tío. En muchas de estas estafas siempre aparecía un tío en el medio de esta historia y policialmente se lo denominó así. Consistían en venderle un buzón a alguien”, cuenta el historiador Daniel Balmaceda y desasna sobre la segunda parte de la estafa: “el buzón era llenado de plata adelante de dicha gente recién llegada, con el cuento de que cobraban cada una de las cartas que se recibía. Luego de un par de días, y tratando de hacerse amigo de la víctima, aparecía el tío, en este caso no millonario sino enfermo y en Europa. El estafador ofrecía venderle el buzón porque tenía que viajar a cuidarlo”.

¿La tecnología es la culpable aquí? En este caso, quizás vendría a ser el buzón, aunque la motivación de la víctima no es hacer un negocio sino el sexting inaudito, en minutos, con una hermosa mujer desconocida.

Poca visibilidad por la vergüenza

Aunque parezca ficción, y por más que el sentido común a quienes lean esta nota les haga creer que nunca caerían en una treta similar, las víctimas son cada vez más, pero la visibilidad es mínima. “Son extorsiones contra el honor y a las víctimas le da mucha vergüenza denunciarlos, por eso hay pocos y casi nada expuesto públicamente” explica Azzolin.

Juan Manuel fue el único de los casos mencionados en esta nota que realizó la denuncia. Fue asesorado por la Ucefi: recomendaron que haga la denuncia, que no siga hablando con el extorsionador, que antes de borrar todo tenga capturas de pantallas las charlas, que copie la URL del Facebook del usuario para poder investigar. Toda esa información la llevó a la división de delitos informáticos de la Policía de la Ciudad. “Me fui calmando con el pasar del tiempo, pero lo cierto es que por las dudas, una vez cada tanto googleo o busco en YouTube mi nombre en diferentes versiones, para ver si encuentro algo”, agrega. Cualquier dependencia o fiscalía especializada en delitos informático acepta denuncias, pero las provincias que no cuentan con ellas las reciben en la comisaría.

Facebook e Instagram y Google tienen políticas de privacidad de tolerancia cero ante todo tipo de contenido que ponga en riesgo a la comunidad. Sin embargo, aunque dure pocos minutos o segundos una foto publicada, el daño ya esta hecho. “No hagas público lo que no querés que se vea”, reza una conocida frase, a la que habría que agregarle “si lo compartís en forma digital, ya no lo controlás”. Lo íntimo, si está en Internet, difícilmente será siempre privado.

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