Este artículo fue realizado junto con el programa de mentoring de la Fundación Thomson Reuters para Informar sobre ética de la inteligencia artificial. Una versión más breve fue publicada en La Nación pero como quedó mucho por decir, comparto en forma de informe especial el resultado de la investigación.
Cómo impacta la inteligencia artificial en los trabajos y los derechos de cada profesión
Una aplanadora destruye un metrónomo, un tocadiscos, una trompeta, pintura, un piano, diarios, un videojuego y una escultura. Es parte del anuncio de la nueva iPad Pro de Apple, que promete tener, en su interior, toda la creatividad humana. La publicidad generó polémica inmediata y la empresa de la manzanita tuvo que salir a pedir disculpas públicas. Desde 2022 vivimos una avalancha de anuncios similares y noticias relacionadas con revoluciones sobre la inteligencia artificial generativa (IAG) junto con otras sobre demandas de derechos de autor por parte de artistas, periódicos y diferentes colectivos que denuncian plagio y usurpación de contenido.
Es que desde ChatGPT salió del laboratorio de OpenAI, todo cambió. Incluida la cobertura mediática al respecto. “La lógica de mercado es clara: hacer más con menos. Por una parte, gracias al trabajo de periodistas y medios, de activistas y de denuncias, conocemos muchos casos de imitación e incluso suplantación de artistas, pintores, locutores, actores, etc. Por otra parte, tenemos nuestra experiencia diaria” dice Esther Paniagua, periodista y autora española especializada en ciencia y tecnología. Si bien afirma que es pronto para hablar, hay hechos concretos: “Conozco muchas empresas que han dejado de recurrir a diseñadores para realizar sus informes o sus comunicados de prensa o campañas. También se usan para tareas más anodinas y, al contrario, para otras más complejas como bufetes de abogados que reconocen que prefieren dejar de contratar gente o prescindir de ella y usar IA generativa”. Destruye trabajo pero a la vez crea, dice Paniagua y cita a la antropóloga Mary L. Gray con la paradoja de la última milla de la automatización: “Lo que hay que mirar es a qué velocidad se crea y a qué velocidad se destruye”.
Esther Paniagua, periodista y autora española especializada en ciencia y tecnología.
Lucia Camacho, coordinadora de políticas públicas de la organización Derechos Digitales, separa los retos que afronta el mundo del trabajo. Por un lado, la automatización de ciertas actividades: “Se encuentran en mayor riesgo los tipos de trabajo creativo y artístico porque a la precarización se le suma el de la ausencia de oportunidades de trabajo en las áreas en que se formaron”. Sin embargo, indica, el riesgo también es para para otro tipo de trabajos calificados y que son apetecidos en el mercado laboral, como el trabajo de programación y creación de videojuegos.
Si bien muchos profesionales se ven amenazados ante esta nueva realidad, muchos otros encuentran en estas herramientas un asistente perfecto y a un costo-beneficio aceptable.
Facundo Vargas es biólogo y trabaja en la Dirección de áreas protegidas y biodiversidad de Chaco. Una de sus funciones es analizar los datos de la pesca comercial para validar períodos de pesca. Lo que antes resolvía con hojas de cálculos y programas estadísticos ahora lo hace con Rstudio, un programa que requiere saber Python, algo que Facundo maneja como autodidacta. Lo que logró con ChatGPT fue usar los datos de animales y los gráficos georeferenciados y preguntarle a la IAG cómo era el código Phyon que debía usar en Rsudio. Ante cada error, repreguntaba e intentaba de nuevo. Asegura que esta asistencia le ahorró meses de aprendizaje de programación.
Algo similar le sucedió a Hugo Mendiondo programador y usuario de la versión paga de Copilot. “Muchas veces en programación hay que escribir bloques de código muy similares, casi iguales pero cambiando una o dos palabras. Con esta herramienta activada, como un plug in del IDE (entorno de desarrollo) el software detecta estos bloques de código repetitivos y te sugiere el próximo”. Básicamente, lo asiste en la escritura de código y también genera documentación automáticamente. Le ahorra tiempo en tareas repetitivas. Para evitar errores, siempre revisa lo que hace y luego lo prueba de la misma forma que si lo hubiera escrito él.
Un informe realizado Foro Económico Mundial analizó 19.000 tareas ocupacionales y determinó el porcentaje que será modificado con la automatización. En el caso del marketing, un 56% de las tareas serán automatizadas y un 41% no cambiarán en su esencia. Solo un 3% quedará sin impacto.
“Utilizamos una variedad de herramientas basadas en IA para diferentes propósitos. Para la redacción de textos, ChatGPT, Google Gemini y Copy.ai, en su versión gratuita. Para la creación de imágenes, utilizamos Midjourney y Adobe Illustrator con su función de generación de imágenes vectoriales por IA” describe Norberto Riccitelli, es CEO en Dibrand, una empresa de desarrollo de aplicaciones web y móviles que cuenta con 10 empleados, entre programadores, diseñadores, especialistas en marketing y gestión de proyectos. Ricciteli afirma que, al haber optimizado procesos, dejaron de contratar algunos servicios de periodistas y diseñadores: “Seguimos valorando la creatividad y el juicio humano en determinadas tareas donde la intervención humana es fundamental para la calidad”. El directivo aclara que el resultado final siempre requiere revisión.
La música, la fotografía, la pintura y la realización audiovisual son las áreas más interpeladas por la IA creativa. Tweety González, histórico productor musical y pionero en uso de tecnologías se sincera al respecto de la incursión de la IA en esta área: “es una herramienta que si no necesitas belleza en esa obra, es útil, rápida y barata. Por ejemplo, para crear un jingle o algo de música funcional. Inversamente a eso, si estás buscando arte, originalidad, estos programas prácticamente son inútiles aunque también pueden ser disparadores para germinar futuras ideas originales”. Para González, todo depende del grado de excelencia que se busque ya que los resultados aún no son tan sofisticados para reemplazar a los artistas: “Yo todavía me doy cuenta si está hecho o no por músicos. Eso con el tiempo quizás se disuelve y no te des cuenta. Ahí está un poco la disyuntiva, el enigma de esto: ¿Hasta dónde va a llegar? ¿Se va a prescindir de los músicos?”.
Tweety González, productor musical. Foto: Tute Delacroix para La Nación
Sin embargo, la tecnología existe en todas las disciplinas desde antes del auge de OpenAI. Sin ir más lejos, menciona González, cuando salió el sampling o el sintetizador, todo el mundo se hizo estas mismas preguntas. “Quizás hoy escuchás menos música mainstream con bajistas pero también puede pasar que el bajo sintetizado lo toque un bajista o algo similar con las baterías. O sea, no son cosas hechas por gente tocando un instrumento, sino un mouse. Lo estás programando, no hay un humano en una ejecución musical”.
La profesiones relacionadas con la voz (locutores, actores, intérpretes) también están en la mira por el auge de herramientas llamadas text-to-speach (texto a habla) y voice cloning (clonación de voz).
Gustavo Pesci es presidente de Hardata, empresa de software de automatización de radio que hace 25 años se dedica a este desarrollo y está por presentar una nueva versión de su software DINESAT; “Acabamos de agregar herramientas IA para generar avisos, locuciones, anuncios, artísticas y demás piezas de audio. Proporcionamos una biblioteca de voces generadas por IA y también la posibilidad de clonar voces” describe el ingeniero y aclara que, si la radio decide clonar voces debe contar con la autorización del dueño de esa voz. Con el software se puede automatizar los noticieros radiales, el anuncio de la hora o información meteorológica. Pesci no lo ve como una pérdida de espacios sino como una oportunidad: “Las radios chicas tendrán un abanico de voces con las cuales vestir sus emisoras lo que generará un cambio artístico notable. Por otro lado los locutores podrán ofrecer sus voces para que la usen emisoras que están lejos de su ciudad de origen”.
Sebastián Argarañaz es director de la carrera de locución de Eter y dice: “Desde le escuela defendemos la formación y la profesión, en la cuál tiene que estar el componente artístico y creativo, además de la técnicca”. Si bien no cuentan aún con un manual específico menciona el caso de la Organización de Voces Unidas (OVU) “Frente a esta realidad se produjo un reagrupamiento de profesionales de la voz en la que locutores, doblajistas y profesionales de la voz de Latinoamérica se reunieron para defender y proteger sus derechos en la industria”.
Las editoriales consultadas en esta nota no utilizan IA para los audiolibros y tampoco, para la edición de material. Al respecto, indica Valeria Fernandez Naya, Directora de Marketing y Comunicación de Penguin Random House: “Para nosotros la creatividad humana es irremplazable y creemos que esta nueva tecnología beneficiará inevitablemente nuestra misión como editores” indica y aunque todavía no utilizan ninguna: “Trabajamos en un ambiente de aprendizaje continuo e incentivamos la curiosidad. Salvaguardar la propiedad intelectual y la integridad del trabajo de nuestros autores y artistas es nuestra principal responsabilidad como editores de libros”.
La propiedad intelectual, los derechos de autor y copiright
La pregunta que secunda a todos estos casos es ¿y los derechos de autor? ¿De donde sacaron la materia prima de entrenamiento estos sistemas? ¿Hay legislación que proteja a los seres humanos de sus obras realizadas y por generar?
Open AI, Microsoft, Stable Diffusion y Dall-E coleccionan denuncias por infracción a la propiedad intelectual en su entrenamiento en los tribunales norteamericanos por parte de periódicos y colectivos de artistas, escritores y desarrolladores en Estados Unidos.
Hay diferentes figuras que podrían aplicar este uso de material protegido pero ninguna contempla la inteligencia artificial, salvo en Europa. Según explica Paniagua, hay una nueva directiva con respecto al trabajo digital en la UE: “entre otras cosas, se establece la obligación corporativa de informar a los trabajadores sobre el uso de sistemas de IA que pueden afectar las condiciones de trabajo, y sobre los parámetros en los que se basan dichos sistemas” explica y agrega que, con respecto a los derechos de autor, la Ley de IA incluye medidas relativas a la transparencia de los sistemas de IA de propósito general (GPAI), entre los cuales se encuentran los modelos fundacionales: “Cualquier uso de contenido protegido por dichos derechos requiere la autorización de su titular. Sin embargo, no está claro hasta qué punto se reparará el daño ya se ha causado”. Paniagua remarca el llamado “Efecto Bruselas” para inspirar a otros países a implementar regulaciones en esta línea: “El pasado abril, sin ir más lejos, se presentó en California un proyecto de ley que obligaría a las empresas de IA a informar de las obras protegidas por derechos de autor utilizadas en el entrenamiento de los modelos de IA generativa”.
En Argentina, es un tema urgente: “El mundo de los artistas y creadores enfrenta demasiada desprotección frente a las grandes industrias” relata Camacho y menciona un documento presentado en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) para que se introduzcan mecanismos contractuales que establezcan vías de remuneración justa y equitativa a los artistas y creadores en el sector de la música. La organización Derechos digitales participa en varios procesos donde se discute el futuro de la IA y su regulación tanto en la ONU, como en el Pacto Global Digital y en la Cumbre del Futuro. Por otro lado, forman parte de la Alianza por el Acceso Justo al Conocimiento “un espacio donde promovemos investigaciones sobre el acceso al conocimiento en la era digital”.
Lucía Camacho, Coordinadora de políticas públicas de Derechos Digitales.org
En nuestro país, si bien no hay regulación específica, cada organización plantea su modelo. “Penguin Random House sostiene que la extracción no autorizada de contenidos protegidos por derechos de propiedad intelectual para entrenar tales modelos constituye una infracción del derecho de autor. Pedimos a los desarrolladores de inteligencia artificial que garanticen la transparencia de sus conjuntos de datos de entrenamiento y respeten los legítimos intereses de los titulares de derechos de autor, entre ellos nuestros autores e ilustradores” indica su directora de Marketing.
Empresas más chicas, como Dibrand, toman recaudos adicionales: “nos aseguramos de respetar los derechos de autor y obtener las licencias necesarias cuando corresponda” dice su CEO y aclara que, en el caso de Midjourney, las imágenes no tienen copyright.
Pesci, de Hardata, dice que ellos no participan de la relación contractual entre el locutor o actor y la emisora de radio. “Sólo proporcionamos las herramientas. Hay que saber que, cuando cedés tu voz, en general también cedés los derechos para que las empresas IA la usen para entrenar a sus motores de voz, algo que no afecta directamente al locutor si no que mejora la herramienta”. Siempre hay que determinar por cuánto tiempo se ceden los derechos, en qué países, en qué medios y en qué temas para evitar que esa voz aparezca en un contenido inconveniente: “Como contrapartida los locutores pueden cobrar un monto único, un monto mensual mientras dure el contrato o un monto variable en función del uso de esa voz.
En el caso de la música, Tweety González lo siente como una batalla perdida: “Y lo del derecho de autor e intérprete, yo creo que soy bastante pesimista, es muy difícil demostrar una copia o de dónde te inspiraste ya las mezclas y las sumas de estilos hacen que sea casi imposible detectar dónde hay una idea de otro”.
La suerte está echada pero, como dijo el creador de MidJourney en esta entrevista: “Los coches son más rápidos que los humanos, pero eso no significa que dejemos de caminar”. Las consecuencias, podrían ser similares a las que tuvieron la imprenta, la máquina de vapor, la electricidad, la computación e internet, pero faltarán años para un análisis profundo.