El robot -y Aibo– es un tema que me fascina y que avanza en el (primer) mundo sin que percibamos su presencia. En China y Japón son asistentes de hoteles, de ancianos y de cualquier persona que necesite apoyo o, simplemente, compañía. También se usan para asistencia al público, más ahora, a raíz del Coronavirus.

Hoy nos ocupa una rama de estos serviciales dispositivos: el perro robot a raíz de la actualización del software del adorable Aibo. La versión cachorro ahora te permite decirle adonde querés que te espere cuando llegas a tu casa asi simulás que te reciba y olfatee, como un cachorro de verdad.

El software funciona asi, le decís “estoy en casa” o tocas la puerta y entrenas al perrito. Si Aibo baja la cabeza y olfatea el suelo almacenó correctamente la ubicación. A partir de allí, aparece un ícono en el programa para indicar el lugar del mapa en el cual nos esperará.

Cada actualización del software es inverosímil pero real. Las anteriores, por ejemplo, fueron para aprender ir al baño y comer galletitas de perro de manera virtual, entre otros caprichos posibles de personalizar y llevar a un robot a parecerse más y más a una mascota de verdad. Pero es bienvenido, es un producto de 2.900 dólares, que si recibe nuevas habilidades, perpetúa su uso en el tiempo, por más extraño que parezca.

En Japón, los robots son moneda corriente. Desde hace dos años que el Penguin Café celebra los cumpleaños de los Aibos. Allí se pueden ver los diferentes modelos (vienen en plata y blanco o una versión marrón, negra y blanca). El nombre y el sexo de la e-mascota lo decide cada dueño. En este café, los pichichos entran dormidos y, una vez adentro, cada dueño aprieta el Enter. Cuando esto pasa, el perro sacude la cabeza, mueven la cola y ladran. Este fenómeno que se da en Japón no sucede, aún, en el resto del mundo. Además de tener una industria desarrollada y un mercado que los consume, sus “dueños”, aman a sus robots y se sienten amados, los ayudan a seguir viviendo tras situaciones de pérdida o tristeza. ¿Por qué no un perro de verdad? Porque los robots no mueren. Aunque los primeros Aibos dejaron de tener repuestos o posibilidades de reparación. En ese caso, existen algunos templos en Japón que ofrecen funerales para estos perros robots.

El robot y japón, una larga historia de amor

Este fenómeno surgió, quizás, con el primer Tamagotchi, ese gadget primitivo lanzado en 1996 que requeria nuestra atención constante o moría. Luego surgió una llamada Furby, una mascota gigante para niños. Y en 1999 nace el primer Aibo que fue discontinuado años después y relanzado completamente renovado.

Sony aibo ERS-1000
Aibo conoce New York y sorprende a personas que nunca vieron una cosa así…

Los amigos de Aibo y otros robots

Lovot
Lovot, un robot emocional

A partir de allí, la industria de los robots complementarios no paró. Además de funciones de inteligencia artificial tienen capacidades de reconocimiento facial y detección de objetos. Tienen sensores, pelajes, algunos son cálidos al tacto y, por supuesto, se mueven y emiten sonido.

Liku
Liku es un nuevo lanzamiento que pretende ser empático con sus dueños

Liku, por ejemplo, parece más un niño que un robot. Reconoce a sus dueños y responde a comandos de voz. Baila, posa para fotos, saluda y hasta tiene autonomía -programada- para tener respuestas emocionales y negarse, entre otras cosas, a sacarse una foto. Es un desarrollo Coreano, saldrá alrededor de 2.000 euros y aún no está a la venta.

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