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Ato Halac se llama Diego, tiene 36 años y un abuelo Sirio que fue quien lo introdujo en el arte de la cocina y lo convirtió, a los 5 años, en un experto cafetero de uno de los cafés más sabrosos del mundo: el turco. Quizás por eso, quien recorra las imagenes de la cocina de Ato, se encuentre con  un tentador Humus, una irresistible Halawa de Pistacho o un mandala de platos de medio oriente.

El crisol de razas en los sabores y elecciones no es casual. Tras años de ir y venir entre el negocio de telas de su padre y su pasión por la cocina, tomó clases de diferentes tipos de cocina, trabajó en restaurantes, tomó más clases y decidió parar, pensar.

Luego de un tiempo sabático, se lanzó a generar su empresa que no es ni un restaurant a puertas abiertas, ni uno a puerta cerradas: es un espacio ubicado en otro espacio, la galería de arte Panal 361, un universo creativo en el barrio de Abasto, como ellos lo definen. Allí, en uno de los pisos del lugar se desarrollan estas cenas privadas las cuáles vinimos a conocer.

 

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Ato Halac se viraliza en sus medios sociales y allí se puede reservar una cena, de dos a seis personas, para probar la carta internacional. Los precios son más que accesibles, pues el menú arranca en 250 pesos con un vino entre dos personas y agua, aunque si los requisitos se vuelven más sofisticados, puede variar.

En Panal361 se respira arte… hasta que Ato prende la cocina y allí, el ambiente se hace irresistible. Durante la charla, bromeamos con la artimaña de abrir y cerrar el horno para que el aroma circule por los pasillos. Sin que ello ocurra, tocan la puerta y una de las artistas plásticas que aún permanece en el recinto trabajando en su taller le suplica dulcemente ¿no te quedó una empanadita?

WhatsApp-Image-20160514 (1)“No, no”, ríe Diego y se acuerda que esta a punto el Panna cotta que dejó en la heladera. Chocolate derretido en mano y tres cucharas, nos disponemos a probar. Queda pendiente la visita para catar el menú pero viendo y considerando las fotos, nos podemos imaginar qué es lo que sale de ese horno y que no es necesario abrirlo y cerrarlo.

Durante la entrevista devenida en charla, hablamos de la moda de la aplicación CookApp, los restaurantes a puertas cerradas, los precios exagerados de algunos sitios presentes en la feria Masticar y nuevamente de la carta que hace un par de años ofrece en Jean Jaures 361. Al mediodía, los artistas acceden a un menú económico, casero y diferente en la cocina de Ato. A la noche las opciones se personalizan. Solo hace falta reservar por alguna de las redes que se transforman en la tarjeta personal de este cocinero que, como pueden ver, tiene buen gusto.

A diferencia de los restaurantes o servicios que se pueden ofrecer a través de una aplicación, Ato cuenta con un lugar habilitado y un comedero hecho y derecho. Una especie de laboratorio de comida fresca donde el freezer está vacío (lo abre, nos muestra). ¿Para qué? “Si yo voy a comprar todos los días lo que necesito”, contando el menú de ayer y pensando en el de mañana. Hablando de los secretos de la burrata que sólo él sabe conseguir, como también de perniles de cerdo, milanesas de avestruz, salmones y tortillas de papa, entre otros.

Un lugar que vale la pena conocer, porque es como ir a comer a lo de un amigo, adonde también, hay postre, bebida y arte que se ve y respira por todos lados.

Podes ver y reservar en Instagram (www.instagram.com/atohalac), Facebook (www.facebook.com/Diego.G.Halac) o por teléfono llamando al 3168-9758. 

 

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